La reconstrucción del sureste y del centro de México dañados por los
sismos del 7 y 19 de septiembre, no sólo es cuestión de dinero; es la
oportunidad gubernamental de utilizar inteligencia técnica-arte de la
arquitectura y de la política para realizar un proyecto arquitectónico con el que
se sienten las bases del desarrollo del sureste del país, y se impulse un
crecimiento planeado de la Ciudad de México, que tenga como centro a la
población y a sus flujos de energía: agua, movilidad urbana, áreas verdes,
conectividad y sismos.
La reconstrucción de casas, edificios, templos, siguiendo la inercia de
autoconstrucción de la población basada en su escaso nivel de desarrollo
económico, significaría responder a la necesidad inmediata de cobijo y política
(con todo el hedor populista que ello implica), pero se perdería la oportunidad
que la naturaleza pone en bandeja de plata, por enésima ocasión, de llevar a
esas zonas devastadas en la ruta de las tendencias de desarrollo que ya se
perfilan en este siglo XXI.
Una apuesta a la
modernización arquitectónica
Realizar una reconstrucción arquitectónica inteligente, que implica un
gobierno asociado a la población, no por encima de ella (como se vio en algunos
casos), daría al gobierno la oportunidad de continuar gobernando este país, si
se realiza con visión de futuro, eficiencia técnica y social y absoluta
honradez. Una realización así contaría con fuerte oposición y con detractores,
por supuesto.
Se trata de apostar por la modernización arquitectónica que incentive al
sector de la construcción, insertado en un plan de desarrollo económico de esas
zonas devastadas, que dignifique y eleve nivel de vida de la población.
¿Se está a la altura del desafío?, pronto veremos si persiste la inercia
de ineficiencia política (asociada a la dádiva y a la emoción) o si prevalece
la inteligencia y la razón.
Crédito de foto: Juchitán de Zaragoza, Oaxaca. Desinformémonos.org).
Crédito de foto: Juchitán de Zaragoza, Oaxaca. Desinformémonos.org).
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